Hace un mes, la banda mafiosa, decidió decretar un alto el fuego. Desde que tengo uso de conciencia, al menos tres veces se han dignado decirnos que nos perdonan la vida durante una temporada.
La de Aznar, la de Zapatero y esta última que no sé que nombre darle.
Reconozco que la primera, acompañada del acuerdo de Lizarra, para mí, fue desde el principio algo destinado a fracasar, se intentó acometer un proyecto desde sólo un lado de la sociedad vasca. Eso, sumado a la previsible mayoría absoluta de Aznar, pronosticaba que era un proyecto destinado al fracaso.
Tengo muchos amigos que creyeron ciegamente en esa paz, incluso algunos votaron al nuevo Gandhi vasco, Otegi y a su nuevo proyecto, EH. Todos, sin excepción, salieron rebotados y de muy mala leche, que todavía les dura.
Se acabó todo. Volvieron a matar. Y la izquierda abertzale a su discurso de indefinición.
De medias, nos toca la tan aclamada o denostada, según en que lado te toque, ley de partidos. Esta ley sacaba de las instituciones a la izquierda abertzale predemocrática, como la llama acertadamente Ricardo Ibarra en su blog, bueno, la sacaba y la metía, recordemos el PCTV en las autonómicas del 2005 y ANV en las municipales de 2007. Se le cortaba el grifo de la notoriedad y de la pasta.
Con la segunda, lo reconozco, me ilusioné, mucho, demasiado, quizá quise ver cosas que luego resultaron como los espejismos del desierto y al final, terminaron asesinando y creando terror, que es lo que saben hacer a la perfección. Y para mí, se acabó creer en cuentos de hadas.
De mientras, la policía poco a poco iba descabezando a la banda mafiosa, aunque esto era como la cola de la lagartija, cortabas una y terminaba volviendo a salir otra. Pero con todo, esto la debilitaba cada vez más.
Y llega la tercera, con debilidad armada, dudas en sus bases y acompañada de pasos por parte de la izquierda abertzale predemocrática, que incluso ha condenado la violencia de sus, hasta hace nada, preceptores. Llega un tregua, que no el abandono definitivo de las armas, que creo es lo único que debería ser aplaudido y mencionado.
Se ha creado un nuevo proyecto político, Sortu, cuyas bases cumplen la ley de partidos. Y desde antes incluso de presentarlo, ya pedían la legalización.
La semana pasada escuché a Rufi Etxebarria en la SER, su discurso me sonó, me sonó al discurso que hace 15 años martilleaba mis tímpanos en las múltiples charlas y debates en la universidad, al discurso de lamento pero no condeno. Espero equivocarme, me parece que se están dando los pasos medidos y justos para volver a tener representación, para volver a tener notoriedad, para estar en el machito de nuevo, pero justo para eso.
Quiero equivocarme, de verdad, querría pensar que salir de la tutela de la violencia es muy difícil y muy lento, pero por ahora y a día de hoy, creo que esto no me convence. Aralar y Batzarre lo hicieron y no les vi dar tantos pasos antes de dar el salto.
Creo que esto va a la velocidad de la luz para algunos y como mucho, debería ir a la del sonido, aunque creo que a velocidad de crucero se va perfectamente. Parece que lo único que se busca es la legalización y la presencia en las elecciones. A muchos les han entrado las prisas e incluso piden elecciones autonómicas adelantadas.
Creo que llevan 30 años de retraso, 30 años en los que ellos se han autoexcluido de las reglas del juego, ellos, no los demás y no creo que se pueda en 3 meses intentar ganar la confianza que otros han tardado 30 años en conseguir.
Eso si, si se cumple con la ley de partidos, tocará ajo y agua, porque las reglas son para todos y siempre, no dependiendo de si llueve o hace sol. Y por cierto, lo decidirán los jueces.
En fin, no sé en que terminará esto, repito, espero equivocarme, y de mientras, esperaremos o como dicen en Gipuzkoa al mus, "ver venir".
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